viernes, 2 de enero de 2009

La Contrastabilidad y el Método no Agotan la Ciencia.

La contrastabilidad de un enunciado fáctico es la propiedad de éste, o de otro inferido lógicamente a partir de él, de ser capaz de ser sometido a un test empírico a fin de evaluar su adecuación o no a los hechos a los que se refiere.
La contrastabilidad de los enunciados constituye una de las características fundamentales de la ciencia fáctica, y es, entre otras cosas, lo que permite diferenciarla de otros campos de conocimiento. De hecho, lo que es peculiar a la ciencia es que está conformada por teorías cuyas hipótesis de un modo u otro deben evaluarse a la luz de su concordancia con la realidad. Por eso es que la Ciencia es conocimiento confirmable y verificable.
Ahora bien, esta característica, en contraposición con de la opinión popular, no agota la ciencia. La idea de la mayoría de la gente de que el conocimiento científico es básicamente conocimiento comprobable muestra a las claras la limitadísima idea que se tiene acerca de lo que la Ciencia es en cuanto conocimiento. Los antiguos griegos, (algunos siglos A.C.), postularon la hipótesis de la existencia de los átomos, y estos pudieron ser observados sólo hace algunos años. ¿Cómo se explica que tal hipótesis fue firmemente sostenida y creíble durante tantos años?, porque esa hipótesis permitió fundar teorías coherentes y fructíferas. Es apropiado señalar que en la actividad científica no existen restricciones en cuanto a la formulación de hipótesis. Pueden éstas ser del tipo mas especulativo o alocado como se quiera, pero deben someterse al tribunal de la experiencia (entre otros requisitos). Al fin y al cabo, debieron transcurrir unos ocho años antes de que se realizara un experimento crucial que permitió obtener un dato confirmatorio de la Teoría de la Relatividad General. Mientras tanto, esta teoría, sumamente “anti intuitiva”, se aceptaba por su coherencia teórica.
Opino que el limitado conocimiento que tiene la mayoría de la gente acerca de la naturaleza de la Ciencia, tiene su raíz en el hecho de que en las instituciones educativas solo se pone especial énfasis en las características del método científico, como si éste agotara la Ciencia. Se pierde así de vista una aspecto mas profundo y básico: el conocimiento de los fundamentos filosóficos de la Ciencia, lo que implica necesariamente atender a sus supuestos básicos (implícitos y explícitos), su Ontología y Epistemología. Por ejemplo, si supusiéramos que no existen regularidades naturales, ¿que sentido tendría tratar de inventar enunciados (leyes) (1) que intenten reflejarlas? Si supusiéramos que es imposible aproximarnos al conocimiento de la realidad, ¿qué sentido tendría inventar teorías que nos reflejen un esquema de la estructura de la misma?, dicho mas sencillamente, ¿para qué perder el tiempo intentando conocer la realidad? Si supusiéramos que al efectuar una medición un espíritu travieso puede afectar el funcionamiento del instrumento, de modo tal que seamos engañados, ¿qué sentido tendría realizar la medición? Si supusiéramos que al estudiar el comportamiento de partículas sub atómicas, y éstas se aniquilan, ¿por qué nos preocupamos en rastrear en qué se han convertido?
Si reflexionamos acerca de estas cuestiones, caemos en la cuenta de que la actividad del científico se apoya en una serie de supuestos fundamentales, a saber:
-La existencia de leyes objetivas, y por ende la existencia de una realidad exterior al sujeto cognoscente e independiente de él.
-La negación del sobrenaturalismo y la ausencia de la magia.
-La posibilidad de la cognoscibilidad de la realidad (provisoria y perfectible).
-La afirmación de que ningún ente puede surgir de la nada ni convertirse en nada.
Éstos, y otros, son supuestos fundamentales de la Ciencia fáctica, y solo un necio puede no reconocer que fueron y son, hasta el momento, contundentemente fructíferos y confirmados.
Indudablemente, los partidarios del relativismo cognitivo y los adictos a la superficialidad no se han puesto a pensar seriamente en estas cuestiones. Es más fácil, “original”, y acorde a la moda afirmar que la Ciencia es un mito, o que es la concepción que adopta un sistema social en un período histórico determinado. Es más fácil afirmar que las teorías científicas son “paradigmas”, o que tienen es mismo status que la astrología o cualquier otra superstición. En suma, es más fácil expresar opiniones que disponerse a estudiar y pensar seriamente. Más aún, existen quienes afirman que los enunciados científicos son dogmas. Me pregunto, si esto es así, ¿por qué será que la Ciencia avanza y se rectifica cada vez que es necesario?, ¿o tal vez quienes profieren esas afirmaciones no conocen el significado de la palabra “dogma”? Hay que admitir que la actitud dogmática estuvo fuertemente arraigada durante la funesta Edad Media, durante la cual los escritos de Aristóteles eran considerados la última palabra respecto de temas científicos, pero ello fue debido a la poderosa e intolerante institución eclesiástica establecida, y, afortunadamente, es cosa del pasado.
Como puede ya notarse, el método y la contrastabilidad hacen al aspecto pragmático y estratégico de la investigación, pero tienen su raíz en cuestiones más fundamentales, de hecho, de índole filosófica. Dicho de otro modo, la Ciencia no se reduce a una serie de “recetas” y procedimientos destinados a descubrir leyes y aplicarlas, sino que constituye una cosmovisión de la realidad, a mi entender, la más estupenda, apasionante y útil de la cultura humana.


(1) Es importante recordar que los enunciados legales son invenciones del ser humano, que pretenden reproducir las correspondientes regularidades de la naturaleza, (leyes propiamente dichas). La no distinción de estos dos conceptos ha conducido a grotescas confusiones entre el ser y el conocer, como es típico de los adeptos del relativismo cognitivo.

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