viernes, 2 de enero de 2009

La Razón y sus Enemigos.

Asistimos a los grandes logros de la Ciencia y sus aplicaciones. El hombre está explorando el Universo y escudriñando el átomo, descubriendo los mecanismos neuroquímicos del cerebro y descifrando el genoma humano. Nuestro tiempo está marcado por la tecnología, a tal punto que no resulta fácil imaginar como sería nuestra vida cotidiana si no dispusiéramos de los artefactos que el hombre ha diseñado y construido. La Ciencia (no sus falsificaciones), en cuanto conocimiento, (nunca definitivo y siempre perfectible) ha demostrado ser el modo mas sensato y exitoso de que nos valemos para comprender y dominar el mundo. Hasta aquí, un hecho irrefutable.
Pero –paradójicamente-, persisten (y proliferan) doctrinas, prácticas y creencias del tipo mas variado: desde las mas primitivas y ridículas (como la astrología y la grafología), hasta las mas “sofisticadas” (como la parapsicología y la homeopatía), que se caracterizan por ser infundadas, imprecisas y estériles, (divertidas en todo caso). El irracionalismo, el oscurantismo y la superstición están a la orden del día. Por todas partes pululan curanderos, videntes, astrólogos y estafadores de todo tipo, y, para peor, muchos de ellos tienen la desfachatez de lucrar con la ignorancia de la gente.
Cabe preguntarse: ¿cuáles han sido los logros teóricos y prácticos de cualquier seudociencia en siglos de existencia, (aparte de engañar a millones de crédulos)? ¿Por qué las seudociencias no nos exponen teorías, enunciados legales y mecanismos explicativos de los eventos a que se refieren?, ¿y por qué no nos ofrecen procedimientos empíricos objetivos que nos permitan corroborar sus afirmaciones?
La respuesta a semejante contradicción de la historia humana, (el avance del racionalismo y del irracionalismo a la par) corresponde a la Sociología y Psicología social, pero aún así permítaseme expresar la opinión de que existen por lo menos dos factores de peso que contribuyen al problema:
En primer lugar, la poderosa influencia de los dogmas religiosos que venimos arrastrando desde hace siglos ejerce un efecto paralizante sobre la capacidad de cuestionar y criticar del ser humano. Por definición, el dogma no admite la crítica racional ni la comprobación empírica y debe engullirse tal como se lo impone. La enseñanza religiosa promueve el pensamiento mágico y místico, y la aceptación de verdades eternas e irrefutables, y por tanto, censura la capacidad de analizar. Pero, ¿no es precisamente esa capacidad la que nos permite tratar de conocer la naturaleza del Ser y el Devenir? La sociedad (y las ideas que en ella se generan) es un sistema que está cambiando permanentemente, y el dogma religioso viene rezagado respecto de este cambio. Recuérdese que debieron transcurrir siglos antes que el Papa Juan Pablo II ordenara la formación de una comisión que terminó reivindicando las censuradas ideas de Galileo, (por citar un ejemplo). Obviamente, debe tolerarse y respetarse la creencia y la convicción religiosa, acá solo pretendemos señalar los efectos nocivos para el intelecto humano que resultan de la imposición o inculcación de dogmas.
En segundo lugar, las pautas educativas sobredimensionan el aspecto cuantitativo en detrimento del cualitativo. La acumulación de información no garantiza el logro de lo que debiera ser un objetivo primario de cualquier sistema educativo: enseñar a pensar.
Me pregunto: ¿no valdría la pena promover ya desde tempranas etapas de la educación el estudio de la Lógica y la Semántica, el análisis conceptual, (crítico y racional), como herramientas para analizar el mundo? Probablemente el estudio profundo de lo que es la Ciencia, su naturaleza, técnicas y objetivos, contribuiría a lograr lo antedicho, puesto abordar problemas de modo científico, exige la racionalidad y la comprobabilidad como criterios fundamentales (epistemológico y metodológico, respectivamente). Solo la combinación de la razón y la experiencia puede permitirnos obtener un conocimiento objetivo de la realidad.

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