viernes, 2 de enero de 2009

Pensamiento Crítico.

El pensamiento crítico es la antítesis del pensamiento mágico, del místico y del dogmático. El pensamiento mágico implica la admisión de la existencia de procesos milagrosos, el pensamiento místico implica la supuesta comunicación con deidades, y el pensamiento dogmático la aceptación de “verdades” o enunciados que no son susceptibles de ser examinados. Existen dogmas religiosos pero también racionales, como bien lo señaló José Ingenieros. Así por ejemplo, muchas normas morales no están fundadas necesariamente en la revelación ni la observancia de mandamientos divinos, pero aún así se consideran incuestionables e incorregibles. El pensamiento crítico es, obviamente, muchísimo mas joven que las otras clases de pensamiento, y es el que ha permitido el desarrollo intelectual del hombre, así como los resultados de dicho desarrollo (no todos buenos lamentablemente). De todos modos, aunque los resultados beneficiosos del pensamiento crítico superan abrumadoramente a los perjudiciales, en nuestros días coexisten todos estos modos de pensar. De hecho, conviven la ciencia, la religión, las supersticiones y la New Age.
No resulta sencillo dar una definición de pensamiento crítico, y tal vez tampoco sea muy útil. En consecuencia, considero mas adecuado adoptar un criterio pragmático. En efecto, mencionaré algunas pautas (o sugerencias si se prefiere) que debieran observarse para el desarrollo del modo crítico de pensar, admitiendo que las mismas no agotan el tema.
Considero que deben fomentarse los siguientes hábitos:


1) Hábito de convencerse por sí mismo acerca del grado de verdad de lo que se lee o escucha.
Esto significa que debe evitarse aceptar que tal o cual teoría u opinión es verdadera o aceptable porque así lo afirma tal o cual pensador, o profesor o individuo que tenga cierta reputación, o porque así lo afirman las escrituras (sagradas o no). La aceptación de ideas siguiendo este criterio implica incurrir en la conocida falacia de “apelación a la autoridad”. Se hace indispensable, por tanto, adquirir conocimiento, dudar, analizar, ajustarse a la lógica, y de ser posible exponer y exigir pruebas referentes a lo que se afirma.


2) Hábito de intentar definir o aclarar el significado de los conceptos involucrados en el tema que se trata.
Esto está íntimamente vinculado con el uso (y abuso) del lenguaje. Este punto es de suma importancia, y merece la pena que nos detengamos un poco en su análisis. El lenguaje es la herramienta que nos permite comunicar ideas y pensar, y de allí su crucial importancia. No debemos olvidar que existen discursos caracterizados por una aparente erudición y el uso de palabras impresionantes, pero que se desmoronan ante el más elemental análisis lógico y semántico, (tal como la mayoría de los discursos políticos, los que suelen valerse de la metáfora, la ambigüedad y el juego de palabras para lograr la persuasión). Es muy frecuente encontrarse con personas a las que les encanta valerse de palabras “difíciles” y rebuscadas para expresar sus ideas, y en muchos casos ni siquiera conocen el significado de aquellas, pero de ese modo disimulan la vaciedad o inexactitud conceptual.
Así también, ( por citar un ejemplo), alguien, refiriéndose a los nuevos “paradigmas” de la “nueva ciencia”, escribió frases grandilocuentes y audaces pero carentes de sentido tales como “todo causa todo lo demás”, “la materia y la mente se implican mutuamente”, etc., sin preocuparse por explicar qué entiende por los conceptos designados por las expresiones “causa”, “mente” y “materia”. La no elucidación de estos fundamentales conceptos ontológicos puede conducir a divagues de todo tipo.
Otro ejemplo: la palabra favorita (y de moda ) de la que abusa mucha gente es “energía”. El abuso de este término ha llevado a la acuñación de expresiones tales como “la misteriosa energía de las pirámides”, “la energía espiritual”, etc., etc., etc., como si la energía fuera una entidad “fantasmal” que existe por sí misma, independientemente de los sistemas que la poseen, (además, no es una entidad sino una propiedad). Cuando a la mayoría de esas personas se les pregunta que entienden por “energía”, se dan cuenta que han usado un término sin saber el significado del mismo.
Finalmente, analicemos la expresión “la única verdad es la realidad”, la cual, tomada literalmente, es semánticamente inconsistente, a tal punto que es una aberración lingüística, (y ni siquiera es bella como expresión poética, aunque tal vez sea persuasiva como metáfora populista). El problema de esa afirmación es que identifica dos conceptos que se encuentran en distintos niveles, la verdad, que pertenece al nivel conceptual, y la realidad, que se encuentra en el nivel ontológico. La verdad es el valor que asume una proposición según que se adecue o no al hecho a que se refiere. La realidad simplemente es. Es como si dijéramos “el número cero es el más humilde de los números”. Se atribuiría una propiedad que puede poseer algo real a un objeto formal. (Aclaro que no quiero entrar a debatir acerca del significado o interpretación que se le pretendió conferir a aquella famosa frasecita, solo pretendo señalar que, aquellos a los que les gusta mencionarla, si la interpretan correctamente, están profiriendo un absurdo).
El lenguaje es una poderosa herramienta de doble filo. Puede iluminar, tanto como oscurecer. Análogamente, el pensamiento crítico aspira a aclarar, no a aceptar o propagar misterios, aspira a la exactitud conceptual y la coherencia argumentativa, en oposición al divague.


3) Hábito de opinar y argumentar solo sobre aquello de lo que se tiene al menos algún
Conocimiento.
Esto debiera ser obvio, pero en la vida real no es así, en particular cuando se trata de temas que superan el conocimiento vulgar. Por ejemplo, alguien me dijo alguna vez que la Teoría de la relatividad de Einstein había echado por tierra con la Mecánica de Newton, es decir que la aceptación de aquella había demostrado que ésta es falsa. Semejante barbaridad solamente puede ser afirmada por quien no tiene la más pálida idea del contenido de las citadas teorías. El mero análisis e interpretación de la ecuación relativista de la masa basta para refutar esa desatinada afirmación (1), y a propósito, me pregunto: ¿por qué será que se sigue enseñando la mecánica clásica, y qué sentido tiene seguir enseñando en las escuelas y universidades algo cuya falsedad se ha demostrado?


4) Hábito de flexibilizar nuestra postura ante los argumentos de los demás, siempre y cuando estén fundados en criterios racionales y lógicos.
Ésta restricción es necesaria para hacer viable cualquier discusión. Ilustremos esto con un ejemplo: si un individuo nos afirma que la certeza de su argumento o conocimiento está basada en su “intuición” o “captación de las esencias”, entonces pueden estar pasando varias cosas:
a) El sujeto posee una supuesta capacidad supra- racional para obtener conocimiento, a la que él puede acceder y nosotros no. Nada entonces puede discutirse, pero además él ha adoptado una postura arbitraria y dogmática. No pretendemos despreciar el valor de la intuición, pero ésta solo debe ser un medio, una herramienta, pero jamás superar al análisis.
b) El sujeto ha caído en el facilismo. Al fin y al cabo, hacer afirmaciones sin más no cuesta nada. Razonar y tratar de justificarlas es mas complicado.
Podríamos abundar en más alternativas, pero para muestra bastan dos botones. Tener la mente “abierta” (como suele decirse), no implica necesariamente caer en la irracionalidad y renunciar a pensar, sino que significa tener la disposición de considerar la opinión de los demás y evaluar sus argumentos.


5) Hábito de rectificarse y corregir los propios errores.
No hacerlo sería caer en la contradicción de exigir a los demás lo que uno no está dispuesto a hacer. Sería, lisa y llanamente, deshonestidad intelectual.
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(1) M=Mo/√(1-v²/c²). siendo M la masa de la partícula a la velocidad v , Mo su masa en reposo y c la velocidad de la luz. Para c»v, M≈Mo.

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